martes, 27 de noviembre de 2012

Cuando diástole grita y su siamés se mece.

El poema que os traigo hoy ha sido con la magnífica colaboración de mi amigo David (su blog: http://raven-sight.blogspot.com.es/) en la que hemos procedido intercalando una frase cada uno empezando por él y posteriormente yo, hasta el final de este:


Brillaba la hespéride en el pecho del aventurero.
Números incontables en la garganta del carraspeo.
Siendo gota y no lluvia él quiso mecerse a un espejo,
casi tan efímero como la esquiva luz de un agujero.

Y debajo de esa zanja, de ese volcán inactivo
el alma escapa como a los dedos el suplicio
retozando en corazones ajenos, sin permiso.

Espada rota es lo que merece una mirada quebrada
más cuando ésta cuece historia de pupilas desgastadas
la totalidad es uno, entre alas no otorgadas
entre plumas encogidas y afiladas garras.

Sangre se derrama cuando lágrima se contrae
cuando diástole grita que ya no puede más
y su siamés se mece inerte en la respiración
del niñato más pedante que jamás protagonizó un mito.

Y es hilo de agujas el que clavan hoy una voz
quizá más grave pero con el mismo sentimiento
si ingenio agudiza el color de las notas
y no es tinta sino saliva quien marca el compás.

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